Salta: más de cien días bajo el fuego

Salta: más de cien días bajo el fuego

Miles de hectáreas de yungas consumidas por los incendios que desde hace meses golpean a la provincia. Animales y árboles quemados, poblaciones desterradas, producciones campesinas hechas cenizas. A esto se le suma la falta de agua. Exigen que se declare la emergencia ambiental e hídrica.

Hace más de tres meses que Salta no respira. El humo es amo y señor de los cielos. Tapa el sol, las ciudades y enferma a las personas. Duele ver cómo las llamas arrasan con las yungas dentro de la Reserva de Biósfera y se esparcen por distintos puntos de la provincia. 

Cuando hablamos de yungas (del quechua yunka), nos referimos a valles, selvas y bosques nubosos de montaña que se manifiestan mayormente en las laderas orientales de los Andes, desde Venezuela hasta el norte de Argentina. Son paisajes verdes y húmedos, zonas de pastizales y cuencas hídricas. Son corredores biológicos que albergan una extraordinaria diversidad de animales, plantas, temperaturas, climas y ambientes. Todo está en peligro. 

Las lluvias no son lo suficientemente fuertes. Y la sequía hace lo suyo. Se calculan más de 50 mil hectáreas perdidas. 177 mil hectáreas de bosque nativo quemado en toda la provincia en lo que va del año. Ahora mismo hay varios focos activos, muchos de ellos en el municipio de Orán (en Colonia Santa Rosa varias familias fueron evacuadas y el fuego casi alcanza una escuela, y en áreas de la Reserva Urundel, próximo al límite con Jujuy). También corren riesgo los departamentos de San Martín, Salvador Mazza, Aguayay, General Mosconi, Coronel Cornejo, Embarcación y General Balliván. Mientras que hay focos contenidos en la Capital y el municipio de La Caldera. 

“Nosotros tenemos cañas prácticamente en todo el departamento de Orán, el fuego atravesó el río y se nos estaba prendiendo fuego la escuela. Hace varias semanas que todo Orán está ardiendo, ahora nos tocó a nosotros y de milagro no llegó a la escuela, pero arde todo Orán”, dice Rosana Correa, maestra de la escuela La Trinidad N° 4616 de Colonia Santa Rosa. “Lo más doloroso fue ver que mis compañeras docentes y la gente de la comunidad tuvieron que prestar ayuda trayendo agua en tachos para auxiliar a los alumnos, porque encima el río está seco y los canales no están trayendo agua. La brigada de Córdoba que está en Salta vino con varias dotaciones para sofocar el incendio, pero los alumnos vivieron una situación muy traumática y tuvieron que ser evacuados con sus familias que viven aquí cerca. Habíamos alertado de que esto podía pasar pero el Ministerio de Educación de la provincia no quiso suspender las clases”.

El relato es desesperante. Rosana cuenta cómo sobreviven en un territorio de sacrificio: “Todas las noches tenemos que soportar muchísimo humo que baja del ingenio azucarero San Martín del Tabacal, de la empresa Seabord. No se puede respirar. El ingenio prende su cañaveral y el fuego a veces se le va de las manos, esta no es la primera vez que ocurre.  El ingenio debería tener su propia dotación para poder sofocar ese tipo de incendios que ellos mismos generan, pero no lo hacen, y nadie los controla. Hace tres meses estamos inhalando humo, tenemos gente con oxígeno ya. Por las noches el humo es muy denso y estamos teniendo problemas de salud. La plantación de caña llegó a los barrios, los chicos ya venían inhalando humo hacía varios días. Venimos sufriendo y padeciendo la gestión de Jorge Mario Guerra, que no se ha preocupado jamás ni por esto ni por ningún tema. El gobernador, la Intendencia de Colonia Santa Rosa y las autoridades del Ministerio de Educación serán responsables si acá se pierde una vida”.

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Las yungas también son campos de cultivo entremezclados con vegetación nativa y especies exóticas, paisajes modificados por el  humano que perpetúa la tala ilegal de árboles (Salta y Chaco son de las provincias con mayor índice de deforestación de la región) y las quemas que favorecen el desarrollo inmobiliario y el avance de la ganadería y la soja. A la lista negra del extractivismo voraz se suman las megamineras, las empresas extractoras de áridos, agropecuarias de monocultivos o agricultura intensiva, curtiembres, ingenios y tabacaleras. 

"Hace varias semanas que todo Orán está ardiendo, ahora nos tocó a nosotros y de milagro no llegó a la escuela, pero arde todo Orán"

"Todo. Se perdió todo. Las bananas ya estaban, qué tristeza. Todo un año cuidándolas para nada. Este incendio fue intencional", dice José Fariña, bananero de Orán. José no entiende la falta de controles y sanciones para quienes no respetan las leyes, contaminan y degradan la vida. La falta de prevención, reparación, presupuesto adecuado y recursos que al menos deberían garantizar los gobiernos para combatir el fuego. 

Mientras investigan cómo se originaron los incendios en Salta, el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié, anuncia una asistencia por cien millones de pesos. Lo cierto es que a esta altura el desastre es tal que nada alcanza. Porque faltan más aviones hidrantes, más equipamiento y herramientas. Porque es indispensable un cambio de paradigma. 

Comunidades locales, indígenas, brigadistas y bomberos protegen la selva en lugares de difícil acceso. En Río Blanquito, vecinos y vecinas usan machetes, palos, rastrillos, motosierras. Hacen cortafuegos. Lo que pueden. David Ontiveros, del grupo de familias del paraje Angosto del Paraní dentro del área de la Comunidad Kolla Tinkunaku, explica que de noche se les complica operar por los desniveles de la selva y por su extensión: “Para quienes no conocen la montaña es muy complicado, pero nosotros los lugareños sí sabemos cómo manejarnos en zonas empinadas, quebradas y lomas. Asumimos este compromiso de forma consciente porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer. Tenemos que actuar. Invitamos a las personas solidarias que nos puedan ayudar en la lucha. Es el patrimonio de la humanidad lo que se está quemando ahora, la quema de la selva implica que se altere el calentamiento global, se profundice la desertificación y la pérdida de flora y fauna. Tenemos que frenar esta tragedia”.

Sin bosques, sin agua y sin futuro

Hace mucho que el norte argentino está prendido fuego, nada parece cambiarlo. Quemas intencionales, incendios forestales sistemáticos y prolongados que devoran cientos de miles de hectáreas. Animales y árboles en peligro de extinción. Zonas de reserva a merced de las topadoras. Poblaciones enfermas y alimentos contaminados con veneno. A la crisis ambiental, jurídica, política, social y económica, se le suma la alteración y degradación de ríos, arroyos y humedales. La desigualdad y falta de acceso al agua, una problemática que resulta insoportable y cala hondo en los márgenes del territorio nacional. "El ambiente viene caldeado hace más de 10 años por las fumigaciones con agrotóxicos, los millones de peces muertos del Bermejo, las enfermedades tropicales por los desmontes", dice Riqui Zarra, cantautor de Orán y militante ambiental.

"¿Qué pasa con los corazones, no les duele ver la destrucción de los montes, los animales quemados, la gente desesperada pidiendo apoyo, que les manden un avión, una pala?"

Es por ello que organizaciones que defienden el ambiente, los derechos humanos, comunidades indígenas y campesinas de la provincia de Salta juntan firmas para denunciar y exigir al Estado que se declare la emergencia ambiental e hídrica. ¿Con qué razón? “Que se declare la emergencia es parte de una herramienta ciudadana fundamental. Las políticas ambientales deben ser participativas”, sostiene Verónica Ardanaz, de la Asamblea Autoconvocada Ambiental, en diálogo con la Coordinadora Basta de Falsas Soluciones. 

 “Es un instrumento que obliga al Estado a actuar y generar recursos, y que nosotros los ciudadanos podamos controlar y ser parte. Necesitamos tener información, que se haga un relevamiento serio. Esto también sucede en Tucumán y en Catamarca, la ausencia del Estado, la confusión que generan los medios de comunicación hacia la población porque no se informa como corresponde, no se conoce la gravedad de lo que está sucediendo. Todo está unido. Cada vez hay más desequilibrio, inequidad, concentración y avance de la frontera agropecuaria. No les interesa hacer la reconversión energética. Los pueblos originarios necesitan del monte para vivir. Si ellos no estuvieran ahí nosotros ya no tendríamos nada. Lo que la gente de la ciudad no se da cuenta es que el alimento que comen y el agua que toman viene de ahí”. 

Otros reclamos urgentes: un plan integral de reparación ambiental con especies nativas en las zonas deforestadas; que se cumpla con el Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos (OTBN), según lo exige la Ley de Bosques 26.331, especialmente su principio de no regresividad ambiental. Que se realicen las consultas previas, informadas e interculturales y se brinde información a la ciudadanía. Que se destine presupuesto para la compra de aviones hidrantes y se equipe a los destacamentos de bomberos y brigadistas, con un plan de prevención de incendios capaz de preservar la vida humana y natural.

“Somos parte de un sistema de vida, somos agua, somos árbol, somos tierra. La gente tiene que abrir su consciencia. Tenemos que ver de otra forma el mundo, sentirlo de una manera real para ser completos. ¿Qué pasa con los corazones, no les duele ver la destrucción de los montes, los animales quemados, la gente desesperada pidiendo apoyo, que les manden un avión, una pala? ¿Qué pasa con la justicia? Deben actuar. ¿Cómo van a hacer políticas sustentables si no escuchan, si no ven lo que pasa en los territorios? ¿Cómo se va a reparar este daño?", pregunta Ardanaz.

Y entre tanto humo, entre tanta angustia, no encuentra respuestas.